Siento que soy la resaca de una guerra, todo destruido, sin color ni vida, sin esperanzas…
En esa guerra perdí mucha sangre, mucha energía y mucha vida.
Fue una guerra de uno contra uno y tuve dos enemigos que enfrentar, ambos vinieron seguidos a mi encuentro dejandome sin posibilidades de respirar en el miedo.
Fue una guerra ardua en la que puse mi corazón y alma, hasta el final, y perdí pero no morí.
Ahora miro ese campo árido derramando algunas lágrimas por lo perdido y por lo destruido, pero con intenciones de levantarlo para que viva de nuevo.
De a poco va a ser un buen día.
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